Cómo me gusta el verbo complicar…, suena tan fácil y a la vez complica tanto…y lo mejor de todo, es que siempre involucra a más de una persona: yo te complico, tú te implicas. Nos complicamos y nos hacemos cómplices.
Nos liamos entre sábanas, nos confundimos en afecto y convertimos en un caos todo lo que no nos resulta doloroso, porque, para qué facilitar las cosas si podemos complicarlas. Y siempre podemos complicarnos más.
Perdemos el control de nuestras emociones en una espiral de obstáculos que inventamos, y sin saber cómo, llegamos al punto al que un día nos prometimos a nosotros mismo que nunca más llegaríamos. Y allí autoabastecemos los deseos de nuestra macabra cabeza que no para de enredar lo simple y confundirlo todo, complicándonos.
No nos besamos, nos liamos. No nos acostamos con alguien, nos enrollamos. Y abrazarse no es otra cosa que entrelazarse. Nosotros mismo definimos lo que esta por pasar cuando notamos un nudo en la garganta al hablar de aquel primer momento en el que perfectamente sabemos que a partir de ahí, todo se complicará.
Cualquier palabra relacionada con la complicación tiene que ver con dos, con enredos, con mezclarnos, tumbarnos y liar aún más las cosas.
Amamos complicarnos, no el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario