Esto no puede ser real, debe ser una mala pesadilla. ¿Dónde está ese ángel de la guarda que debería reconfortarme? ¿Qué macabro juego es este que se divierte conmigo?
Mi ángel murió porque alguien quebró sus alas. Pobre lúgubre querubín con carita inocente. Arcángel tullido que yace junto a mí en el suelo de la acera. La altura nos ganó a los dos.
No supe que el sol brillaba tanto hasta que dejé de verlo y empecé a echar de menos sus cálidos rayos.
Y ahora agradezco el viento que retoza con las hojas del árbol que me cobija, pues abandonada por el oxígeno acaricio la brisa con una paz que nunca tuve.
Olvidé el dolor, el llanto y el miedo.
Desposada con la libertad ahora la risa me busca saltando entre mis mejillas menos rosadas que de costumbre. Las lágrimas ya no me buscan ansiosas por inundar mis ojos, y la melancolía ya no me pide que baile a solas con ella. El final fue mi principio.
Este fragmento lo escribí al conocer la noticia de que una chica joven que vivía cerca de mi había decidido quitarse la vida lanzándose al vacío desde una gran altura. Ella lo había intentado anteriormente, y esta fue la última vez que lo intento.
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